Me presenté allí un poco más tarde de la hora convenida. Ya sé lo que pasa en estas ocasiones, y siempre se empieza más tarde. Esperaba encontrarme a muchos hombres y pocas mujeres, pero cuál fue mi sorpresa cuando vi que la proporción no era tan mala. Si bien es cierto que había más hombres que mujeres, si éramos unos veinte hombres, había unas quince mujeres. No estaba nada mal.
Me pedí un cubata y esperé a que la gente empezara a subir. Crucé miradas con alguna pareja, y una de unos cincuenta años me sonrió, pero no les presté más atención. Supuse que yo debía ser un caramelo para ellos, con mis treinta y pico, en comparación. Cuando vi que la gente ya subía, fui a cambiarme. Una toalla alrededor de la cintura y las chanclas de rigor. Subí. La gente estaba sentada en los sillones, y la pareja en uno de ellos, ya se estaba magreando. Reconozco que empezaba a ponerme a mil.
Me fijé que la pareja que rondaba los cincuenta se metía en una habitación. Decidí seguirlos, ante el aburrimiento que empezaba a embargarme. La habitación era rectangular, con una cama que ocupaba toda la pared, y un espejo enorme. Había también unas sillas, y ellos se habían sentado en una de ellas. Ella se había colocado a orcajadas sobre él, y habían empezado a follar. Lo hacían lento, y ella me vio en la puerta. Me hizo una seña para acercarme.
Me acerqué, como a medio metro, sin intervenir, pero mi erección ya era visible tras la toalla. Ella acercó su mano y tiró de la toalla, que cayó al suelo. En seguida, sin dejar de cabalgar a su pareja, empezó a pajearme. Decidí colocarme detrás de ella, y empecé a tocarle las tetas, pellizcando suavemente sus pezones, desde atrás. La besaba el cuello, y mi polla estaba pegada a su espalda. Ella la cogió y la colocó en la entrada de su culo. No me lo pensé dos veces y empujé despacio. Entraba muy suave. Empecé a follarla así, pero ella no aguantó más, y con un fuerte gemido empezó a correrse.
Me salí de ella, que se agachó de inmediato a mamarle la verga a su pareja. Este se corrió en seguida, y yo decidí abandonar la sala.
Cuando volví a la zona de los sofás, vi que la gente se había metido en otra habitación, con una cama muy grande y redonda en el centro. Había varias parejas, era una habitación enorme. La pareja en cuestión ya estaba follando en la cama, y tres tíos estaban tocándola a ella, uno de ellos comiéndole el coño a placer.
Me puse al lado de otra pareja de mi edad. Aún estaban vestidos, y en seguida sentí la mano de ella en mi polla. Vi que estaba ocupada conmigo y con el que debía ser su pareja. Les hice una seña hacia un rincón de la cama y asintieron. Se desnudaron y se pusieron junto a la pareja que ya estaba follando. Su pareja y yo nos pusimos a cada lado de ella, y ella empezó a comernos los rabos. Lo hacía muy bien.
De repente sentí la mano de la chica de la otra pareja, que se había colado desde atrás y me acariciaba los huevos. Casi me corro en ese momento. Me eché un poco hacia atrás y sentí cómo mientras una me comía el rabo, la otra lamía mis huevos con maestría. Yo estaba en el cielo.
Vi otras parejas que se ponían también a lo suyo, era una orgía en toda regla. Me acerqué a otra pareja, ella le estaba chupando la polla a su hombre. Le miré y me asintió, así que coloqué mi polla en la entrada del coño de ella, y empujé con fuerza.
Estuve follándola así hasta que me pusieron un coño delante. No vi a la tía, pero empecé a comérselo con furia, y no pude aguantar más. Saqué mi polla del coño de la que me estaba follando y descargué toda mi leche en su espalda y sus nalgas. Vi rápidamente una chica que no había visto antes empezar a limpiárselo con la lengua, y luego venir a limpiarme la polla a mi.
Cuando acabé decidí que ya había sido suficiente. Me vestí y me fui a casa.
Ya estoy esperando que me inviten a otra fiesta.